lunes, 2 de abril de 2012

GANAS...


Te miro y me creo que tienes la capacidad de leer mis pensamientos.
Busco calor para mi piel, mis huesos, mi espíritu alborotado...para mi alma.
Y confieso que no me importa tentarte hasta conseguirlo y satisfacer mi deseo que no es más que hacer desaparecer esta sensación de invierno que me envuelve o, si lo prefieres, saciar esta sed que seca mi garganta y hace que hasta el aire me parezca insuficiente...
Provocarte, seducirte, hacer que me desees sin condiciones... esa es ahora mi más firme intención y pienso usar todas mis artes... Sé que te harás de rogar... es parte del juego... y a mí, simplemente, así me gusta.
Tú, sentado en el sofá mientras me acerco despacio, tanto como para ir despojándome de la ropa que cae al suelo lentamente...
Ahora puedes sentir mi tibia piel junto a la tuya...
Sientes mis ganas y yo te siento despertar con el roce de mi lengua explorando tu oreja mientras mis dedos te acarician, te esclavizan, te someten a su vaivén por encima de tu pantalón...
Crees que te ahogas pero te dejas llevar, dejas que me apodere de tu voluntad y te rindes ante mis caricias...
Tu corazón no para de latir aceleradamente pero parece que está en tu sexo...palpitante, duro, erecto... excitado...
Escucho el eco de unos gemidos que se me antojan lejanos y que no acierto a adivinar de quién son... tuyos, mios... ¿qué más da?... sólo sé que no puedo parar, no quiero, y tú... tampoco.
Y estoy convencida de ello porque ahora son tus manos las que aprietan mis nalgas, acarician mis muslos y rodean mi cintura... tu boca buscando mis senos para atraparlos entre tus dientes, tu lengua lamiéndolos con dulzura... descendiendo por mi vientre a la par que mis piernas se abren para permitir que tu rostro se hunda entre ellas.
Tus manos, tu boca, tu lengua...tocando, acariciando, besando, lamiendo, sorbiendo...haciéndome disfrutar en medio de un exquisito goce que hace temblar todo mi cuerpo...
En un instante te deslizas dentro de mí, aferrado a mis caderas...
Te mueves, me muevo, llevamos el mismo compás, el mismo ritmo...
No somos más que dos cuerpos enloquecidos que, al fin, temblorosos, se liberan de la pasión, del deseo que los aprisionaba, descubriendo otra vez el placer del éxtasis...
Abrazados, rendidos... disfrutando de la calma, cerrando los ojos para recuperar el aliento... la vida.
Pasionhada.

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